Las paredes en los pisos viejos son como papel de fumar, la intimidad es algo muy relativo. Podía escuchar como se movía grácil por la habitación, cuando llegaba a casa cada noche a altas horas de la madrugada. Imaginaba su cuerpo mientras se desvestía... No sabia ni como era, ni que pensaba, ni que sentía.
Movió la cama de sitio para pegarla a aquel muro. En el más absoluto de los silencios podía llegar incluso a escuchar su respiración.
Una noche, cargado de valentía e inconsciencia, golpeó contra la pared... Sólo una vez. Segundos después escuchó dos golpes de respuesta. Su cuerpo desnudo contra la pared y sus manos acariando el estucado como si se tratase de una piel. Podía escuchar un leve movimiento al otro lado. La imaginaba desnuda, sintiendo el movimiento de sus manos y estremeciéndose en cada caricia. Susurró unas cuantas palabras y creyó escuchar respuestas. El deseo se desborbada y rezumaba por su piel... El poder extraño de la imaginación indujo a una sesión de extraño sexo solitario y compartido, al tiempo... Aumentó el tono de su voz, para que ella escuchará sus gemidos y ella respondió elevando el tono de la suya. Él cerró los ojos y pudo ver como ella buscaba entre sus piernas lo que anhelaba, para entregárselo, para guíarle por los caminos donde convergen las noches que no se olvidan.