Ella rellenaba sus silencios y también su boca. La piel en retirada daba paso a caricias tan profundas como su mirada y en la penumbra cómplice jugaban a ser uno sin dejar de ser dos. Al fin y al cabo, aquellos momentos se perderan en la memoria o se los llevará la muerte antes que el olvido y no serán nada. Pero eso a las bocas sedientas poco les importa ahora. La suma de fragmentos es una vida y no hay quién pueda recontruir ese puzzle, quién pueda darle sentido a la vida ajena.
Ahora nos damos pedazos, recuerdos y besos. Hoy lo eres todo y tal vez mañana, sin querer, te olvide.
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