Femme fatale

Ella llegó hasta su mesa caminando despacio, siempre hacia igual, un ritmo cadencioso y cansino guiaba sus pasos. Parecía como sí esperara que todo el mundo se diera la vuelta para verla pasar... Conociéndola seguro que era así. Llevaba unos pantalones vaqueros ajustados y una camisa blanca a la que probablemente se le podían abrochar algún botón más. Para él era imposible no mirarla, le ocurría lo mismo desde el primer día que la vió.
"¿Entonces qué?", le dijo mientras encendía un cigarrillo, desafíando el cártel de prohibido fumar.
"Joder, no me puedes pedir eso", le rogó él, aunque ella no mutó el rostro en ningún momento. Era consciente de que no iba a poder disuadirla de ninguna de las maneras. Así que se levantó de la silla y se dirigió hacia la puerta. Desde el ventanal que daba a la calle podía ver como seguía consumiendo a grandes caladas aquel cigarrillo. Ni siguiera lo miró...
Ella seguía sentada en la misma mesa, en la misma postura, inmutable con otro cigarrillo, ¿o sería el mismo? La verdad es que él no era muy consciente del tiempo que había pasado... Unos minutos, unas horas o incluso unos años. Entró por la puerta desencajado. Ella ocultaba la mirada tras unas enormes gafas de sol, a pesar de que el sol hacia horas que dormía. Aunque no podía ver sus ojos, él conocía perfectamente aquella mirada carente de matices que ella tenía.
"Ya está", le dijo él mientras le mostraba sus manos ensangrentadas.