El calor intenso exprime su piel y la camiseta se adhiere a su silueta. La mira con disimulo desde la esquina opuesta del ascensor y, por un instante, se olvida de su claustrofobia. Aquella situación era el comienzo de muchos de sus sueños eróticos, aunque los recordaba menos calurosos. "Nos sacaran pronto", decía ella. Él asintió solidario. Le invadió una cierta tristeza al comprobar que los sueños que se hacen realidad tienen sus deficiencias. "Sueños y realidad son palabras opuestas", pensó mientras cerraba los ojos. Cuando los abrió, ella estaba desnuda. Él aturdido balbuceo algo. Sintió su mano sobre su cara, las yemas de sus dedos acariciaron sus labios. Cuando iba a besarla abrieron la puerta o se despertó.
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