El recuerdo del olor de las naranjas recién cogidas del árbol inundó su nariz... Era capaz incluso de saborearlas. Cuando era niño, en el patio de su casa crecían dos hermosos naranjos que daban más frutos de los que su familia, vecinos y conocidos podían comer. Algunas de las que recogían las dejaban el sótano. Cuando pasaba el tiempo la piel naranja se tornaba verdosa, una especie de polvo de ese color las cubría y si pasaba algo más de tiempo esa fruta se deshacía como polvo entre los dedos...
"Señor... Lo lamento mucho, pero ya no podemos hacer nada más por usted. La enfermedad ha avanzado mucho y lo único que queda es conseguir que este lo más cómodo posible"
"¿La enfermedad es verde?"
"¿Perdón?"
"Olvídelo... ¿Me podría traer una naranja?"
Para Manolo... Dondequiera que este.
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